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domingo, 16 de enero de 2011

La armonía a través del conflicto

1. Qué es el conflicto
Cuando nos referimos a “conflicto” estamos hablando de tensión, diferencia, enfrentamiento entre dos o más partes motivado por un choque de acciones, sentimientos, ideas o creencias.
El conflicto interno es el que vive el propio individuo como consecuencia de la confrontación entre su pasado y su presente. Es decir, son situaciones en las que uno, internamente, enfrenta lo que en ese momento está viviendo con los condicionamientos, ideas, sentimientos y experiencias vividas anteriormente.
El conflicto externo, es el que pueda existir entre dos o más personas, grupos o naciones. Pero estos conflictos también parten del antagonismo con que cada individuo afronta esas relaciones duales o grupales con su propia personalidad: sus ideas y creencias, sus emociones y sus experiencias vividas con anterioridad.
De esta forma, parece ser que los problemas no vienen dados por una determinada situación exterior, sino por el modo de vivir las situaciones. Por lo tanto resulta evidente que si no cambiamos el modo de vivir permaneceremos anclados en el conflicto.
Es cierto que, en ocasiones, existen unas circunstancias externas que despiertan en mí el conflicto, pero estas circunstancias lo originarán únicamente según yo las valore y las viva. Y de acuerdo como yo las viva, reaccionaré iniciando el conflicto en mí o aprovechando la oportunidad en mí. Porque la infelicidad humana se basa en el conflicto que existe entre “su deseo” que pertenece al pasado y la “oportunidad” que pertenece al presente.

2. Cómo vivimos el conflicto
Los conflictos son experiencias negativas ante las que tendemos a protegernos. Nos protegemos evitando, protestando e incluso atacando a las personas o situaciones con las que interactuamos: La protección dependerá de nuestros hábitos de afrontamiento y del tipo de relación en la que se ubique el conflicto: con la familia, en el trabajo, con las amistades, con desconocidos, etc.
En el conflicto, solemos mirar las circunstancias que nos rodean y protestamos por aquello que nos parece negativo, desagradable o contrario a nuestros deseos. Decimos: “esta relación sería diferente si tal o cual persona fuese de este modo o solucionase tal o cual aspecto, o si yo mejorase mi situación económica, o si en el trabajo mi jefe fuese más …, o si …, o si…
Asimismo sucede que cuando las circunstancias externas cambian favorablemente, al cabo de un tiempo, las personas se involucran en conflictos similares.
Incluso muchos de los que sienten la demanda de sus niveles superiores, e intuyen la existencia de una Realidad Trascendente siguen viviendo su realidad cotidiana desde su personalidad, edificada con las experiencias, emociones y pensamientos pasados, y claro está, el conflicto sigue ahí, anclado junto con todo ese bagaje del cual no nos hemos desidentificado.
Al vivir así, nuestra pericia con el conflicto nos lleva aún más lejos: mentalmente elaboro valoraciones de personas y situaciones según sean buenas o malas para mí. Pero esta valoración encierra una gran trampa: esa valoración también me incluye a mí en relación con esa persona o situación, por ello si la vivo mal, este sentido del mal abarca al otro y a mí, e igualmente sucede si la valoración es buena. De esa forma, cuando la valoración es negativa, de entrada, ya no nos sentimos bien cuanto se produce la interacción y, a la inversa, la valoración positiva de entrada facilitan la interacción, incluso en el caso de que ésta se torne dificultosa.


3. Porqué vivimos en conflicto
Vivimos en conflicto porque en nuestras relaciones humanas mantenemos actitudes erróneas:
  • En mis relaciones, yo estoy esperando algo de la otra persona, ser aceptado, ser aprobado, ser escuchado, ser reconocido como algo valioso, bien en lo que uno hace, siente o piensa. No me intereso realmente por la otra persona, sino por lo que pueda darme, aportarme.
  • En ocasiones, utilizo a la otra persona como medio para afirmarme. Sucede cuando trato de imponer mi criterio, que los demás acepten lo que yo pienso, o que hagan lo que considero que hay que hacer. Incluso alegando mi supuesta autoridad o superioridad intelectual o de experiencia. En ocasiones también intento afirmarme en el otro cuando deseo ayudarle y protegerle, porque de esta forma, en algunos casos, yo me siento más bueno, más fuerte, más importante.
  • Habitualmente comparo a las personas con las que interacciono con la idea, con un modelo que yo me hago de cómo debería ser esa persona. Yo deseo que las personas fueran de otro modo: que x persona tuviera tal cualidad, que z persona careciera de tal defecto, etc., y como las personas no responden a ese modelo, protesto, me quejo de ellas, pero no me doy cuenta de que esos supuestos defectos, no son defectos en sí, sino defectos en relación con mi modelo. En definitiva, yo no vivo nunca a la persona tal como es ella por sí misma.
  • Cuando me relaciono con alguien, elaboro una especie de ficha con sus atributos: cómo actúa, cómo siente, qué piensa. Cuando vuelvo a relacionarme interpreto su conducta en base a estas ideas fijas que me hecho de ella. Ya no me relaciono con ella tal como es ella por sí misma, sino con la idea que tengo de ella.
  • Cuando hablo con otra persona, escucho tan solo un porcentaje muy pequeño de lo que me transmite. Muchas veces, mientras estoy esperando a que esa persona acabe de hablar, mentalmente estoy elaborando lo que voy a decir.
  • Vivo en el conflicto porque vivo mi energía, mi afectividad y mis ideas como algo distinto de lo demás, y por eso me protejo: estoy a la defensiva o trato de atacar para defender mi integridad.

4. Cómo vivir la armonía
Si no vivimos el presente, el aquí y ahora vienen determinados por nuestras carencias y necesidades que arrastramos desde el pasado. Estas necesidades buscan satisfacerse desde lo exterior, y cuanto mayor sean estos deseos y necesidades con mayor probabilidad se nos presentarán situaciones conflictivas, bien porque tal persona o tal situación no nos aporte la consideración que creemos que nos merecemos, bien porque tal persona no me corresponde de la misma manera que yo la trato, etc., etc.
La armonía se alcanza en la medida en que vivo las relaciones con otras personas y las situaciones con una mayor autoconciencia, es decir, al mismo tiempo que vivo lo externo, progresivamente soy más consciente de lo que estoy haciendo, de lo que estoy sintiendo y pensando en ese momento. Y de esta forma, poco a poco, nos vamos desidentificando de las experiencias que vamos viviendo.
Esta actitud “atenta” en la que vivimos en presente nuestro Yo y el del otro, nos irá aportando una fuerza interior que irá disolviendo poco a poco el conflicto. Porque en la medida que tomo conciencia de mí en cada situación en la que vivo, anulo la identificación que allí residía, y de esta forma me libero del conflicto anulándolo sin pretenderlo. Esta creciente fuerza interior me impele a vivir cualquier tipo de relaciones o situaciones, porque el miedo ante la frustración, ante el sentirme anulado o menospreciado, desaparece. Mi valor ya no lo deposito en el exterior y sus cambiantes circunstancias, se establece en mi centro de equilibrio.
Mi Yo es un centro de equilibrio porque yo ya no veo al resto de personas según lo que me aporten o no, puedo empezar a verlas a ellas por sí mismas, a interesarme realmente por ellas, porque las vivo con total independencia interior.
Al vivir con plena atención, dejo de vivir mi conciencia como algo separado de lo demás, y por tanto que ya no tengo que proteger de lo demás y por ello desaparece toda experiencia de lucha de conflicto y descubriré un vivir armonioso.
Este vivir armonioso es un estado de realización espiritual, en el que experimento que mi conciencia se unifica con la conciencia divina y por ende con cualquier expresión de Dios. De esta forma me uno y me vinculo a la conciencia de Dios en el otro.
Dos es uno, o sea Armonía.


Alma Betania 



BIBLIOGRAFIA

BAILEY, A. (1936-1942). Psicología Esotérica. Editorial Sirio

BELTRAN ANGLADA, Vicente (1982). Conferencias (web): Psicología Trascendente (3 de mayo de 1982); El presente es la fuerza creadora (22 de mayo de 1981); Ser en la plenitud del Verbo versus sociedad de consumo (14 de octubre de 1978); Vida cotidiana, crisis e iniciación (16 octubre 1985); El último y más certero juicio de la existencia (19 octubre 1985); Las Jerarquías Angélicas del Universo. (10 de Marzo de 1.984)

BLAY, Antonio (1991). Personalidad y niveles superiores de conciencia.
Barcelona: Ediciones Índigo.

KRISHNAMURTI, J. (1934-1935). Obras Completas 1933 - 1967. TOMO II ¿Qué es la Recta Acción?

1 comentario:

  1. Excelente artículo. Muy bien explicado y conciso. Con tu permiso haré mención del mismo en otros lugares que frecuento.
    Namaste

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