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jueves, 24 de marzo de 2011

Permiso para “brotar”, por Koldo Aldai

“Sortu” no puede ser de la nada. “Sortu bai, baina lehenago sartu…”, primero introducir, sembrar para después brotar, nacer… Para que algo surja ha de ser fecundado. El principio masculino precede al femenino, opera con anterioridad. “Sartu” precede a “sortu”, en este caso la siembra es de confianza y credibilidad. Para importantes sectores de la sociedad, esa siembra de la izquierda abertzale (sartu) no es suficiente y frenan su brotar (sortu). Hay sin embargo un sentimiento, probablemente mayoritario, en el País Vasco de que sí, de que hay comienzo de siembra y por lo tanto, derecho a surgir, a irrumpir, siembra que llega con mucho retraso, pero que ni jueces, ni políticos, ni víctimas debieran dificultar. Al fin y al cabo no es sólo el rebrotar de la izquierda abertzale, es fundamentalmente el renacer del pueblo vasco en su conjunto, me atrevería a decir, de cada una de nuestras vidas en buena medida.

¿Cuántas veces les pedimos lo que ahora por fin han abrazado? Demasiadas décadas desoyendo el clamor mayoritario, generando tanta muerte y sufrimiento. Demasiadas ausencias, demasiados hombres y mujeres nobles a los que ETA brutalmente privó de su aliento. Sí, es cierto, que “sortu” debió haber sido hace muchas nieves, que perdieron muchas oportunidades para renacer y recrearse. No hacía falta tanta sangre roja para estos brotes verdes. Pero la primavera de “Sortu” ha llegado por fin en el arranque de febrero. Señores jueces, señores políticos… dejen nacer esta esperanza. En la palabra que han dado y sembrado (“sartu”) y con la cual se han comprometido, les va toda su dignidad. Sí, ellos/as también tienen dignidad. Creemos en su palabra (“hitza eman”), porque creemos en el hombre, en su posibilidad de recrearse (“sortu”), de regenerarse, de volver a nacer, de empezar un camino nuevo. Creemos en el humano, en la nobleza inherente a todo ser, por oculta que se manifieste. Creemos en su infinita capacidad evolutiva. Creemos que siempre hay que dar una oportunidad a la transformación sincera.

Osemos, pues, dar crédito a su palabra. Todo apunta a que no es preparada, de conveniencia para una rueda de prensa, que no es discurso y puesta a punto de escaparate, sino una palabra más profunda, más anclada, una conciencia largamente madurada en sus bases, auspiciada por muchos líderes, Otegi a la cabeza. Es un hartazgo de capuchones y de sus cuevas, de su propia violencia. Era un futuro hipotecado, era mucha juventud, mucho potencial tras las rejas, eran ganas de invertir en positivo, ganas de empezar a reconstruir y no de seguir destruyendo. No es un correr para la cita de mayo, es una conciencia de paz, que tras décadas de gran sufrimiento infligido, pero también sufrido, acaba aflorando.

Ya no es un movimiento títere guarecido tras una banda. Han dado su claro paso de emancipación. Han rechazado abiertamente y sin rodeos la violencia de ETA. Se han unido a las fuerzas que creen y crean, que alientan la vida y ya no la apagan. “Sortu” reclama “sartu”. Por fin han sembrado y honramos su siembra. Creemos en “Sortu”, no necesariamente en su ideario, sí en la palabra dada, sí en las armas que comienzan a mutar en arados, sí en la palabra de perdón en los labios de cada vez más ex-militantes, verbo aún más madurado, de más valiente y largo recorrido.

El sector que apuesta por la vida y el fin de la violencia de ETA es ya aplastantemente mayoritario en el entorno radical. Ojalá su palabra gane creciente confianza, ojalá más pronto que tarde signos de incipiente reconciliación, ojalá podamos pronto comenzar a rehacer la necesaria constelación de imprescindibles confianzas en el seno de nuestro pueblo. La izquierda abertzale ha podido constatar el erial en que todo queda trasformado por la violencia. Han reconocido implícitamente que de la siembra de balas y “goma2” sólo, sólo hay cosecha de sufrimiento y de odio. Su apuesta es irreversible. Reguemos el impulso, no lo dificultemos. Madrid, sus letrados y políticos, debieran reconsiderar. Es difícilmente comprensible el deseo de que la izquierda abertzale abandone la violencia y a la vez cerrarles todo resquicio de participación política.

Desde la capital del Estado no se puede ahogar la ilusión que aquí comenzamos a vivir. No hay ningún impedimento legal para que falten las papeletas de “Sortu” el 22 de mayo. El Gobierno no puede permitirse ese enorme déficit democrático que sólo alimentaría a los violentos nostálgicos del pasado. Demos una oportunidad a su palabra. No dudemos que ésta prevalecerá y con el tiempo se ensanchará y se hará más humilde, más autocrítica, más amable y permeable…

Perdimos muchas cosechas, ahora volquemos cuanto antes sobre los campos del mañana, ahora sembremos de día y de noche todos juntos y juntas. Ahora construyamos (“sortu”) un País Vasco en el que haya por fin un sitio para todos y todas, en el que absolutamente nadie sea marcado, ni marginado por su filiación política, una Euskal Herria, por fin empoderada para decidir libre y democráticamente sobre su destino, sobre su futuro. Podamos estar todos los actores políticos, judiciales y sociales a la generosa altura de este tiempo único. Hemos aguardado por mucho tiempo este resurgir, este rebrotar (“sortu”) colectivo. Nadie granice sobre estos campos que ya verdean.

Koldo Aldai

La izquierda y la intervención militar en Libia, por Vicenç Fisas

Como es bien sabido, a la izquierda tradicional no le gustan las intervenciones militares ni, en general, las actividades militares. Creo que es una herencia del nefasto militarismo que vivimos en nuestro país durante el franquismo, que ha provocado un total distanciamiento hacia cualquier actividad militar. Esa actitud se traduce en un rechazo frontal hacia los gastos militares, las exportaciones de armas, las paradas militares, las políticas de defensa nacional, y lógicamente, las intervenciones en el exterior.
Desde mi opinión, sin embargo, existe una actitud no discriminatoria que conduce a contradicciones de fondo, pues de esta forma no se da respuesta a qué hacer con las poblaciones que están en peligro y se escurre el bulto en momentos en que hay que activar el "derecho a proteger".
Comparto con esa izquierda el rechazo a las patologías de lo militar, es decir, todo lo que tenga que ver con el militarismo. Eso se expresa, por ejemplo, en una crítica clara hacia los gastos militares excesivos y no justificados, hacia la política de fomento del comercio de armas hacia países que violan los derechos humanos o que están en crisis, hacia la glorificación del armamento, el fomento de la investigación militar frente a los recortes en la investigación no militar, o el empeño en introducir la cultura de la defensa militar en el ámbito escolar. Todo ello me parece rechazable, pues son manifestaciones del militarismo.
Sin embargo, puedo defender que existan unas fuerzas armadas reducidas y entrenadas especialmente para actuar en operaciones de mantenimiento de la paz, en coordinación con Naciones Unidas. Esto vale para acciones como las de Libia. Cierto es que desde parte de la izquierda y del movimiento por la paz existe un debate clásico sobre si sería conveniente la desaparición de los ejércitos nacionales a cambio de unas fuerzas militares de Naciones Unidas suficientemente dotadas para estas emergencias. Pero esto va para largo, y de momento hay que convivir con una realidad menos idealista.
Creo que desde la pésima intervención en Somalia, la inacción en Ruanda y el retraso en Bosnia, hemos aprendido bastante en este periodo de transición en cuanto a acciones militares que tienen un componente de apoyo humanitario. Al menos existe un debate de fondo para diferenciar lo que es estrictamente humanitario de lo militar. En Libia, por ejemplo, no es la distribución de ayuda humanitaria lo que es causa de controversia, sino una acción propiamente militar destinada a frenar el avance de las tropas de Muamar el Gadafi y reducir su capacidad de ataque aéreo.
Lo paradójico es que no podríamos proporcionar seguridad (y apoyo humanitario) a la población de Bengasi, para poner un ejemplo, sin antes reducir la capacidad militar de Gadafi, y eso no se consigue con inacción, ni con medios diplomáticos, ni con fuerzas no violentas de interposición, al menos tal como están las cosas. Guste o no, hay que emplear una fuerza, limitada a lo estrictamente necesario, eso sí, que solo pueden ofrecer las fuerzas militares. Y como viejo objetor de conciencia asumo las contradicciones de plantear salidas realistas.
Lo que no obstante se puede exigir, y lo hago sin reservas, es que esta intervención no se convierta, como otras veces, en un circo mediático de glorificación de los sistemas de armas que se vayan a utilizar, ni como lanzadera para promocionar las exportaciones de armas en un mundo demasiado rearmado, ni como loa de la cultura de la violencia.
Ahí están los riesgos de la intervención, y sobre dichos riesgos la izquierda debería ser sensible, vigilante y exigente, para que un acto desgraciadamente necesario de carácter militar no se convierta en un refuerzo del militarismo existente. No todas las intervenciones militares son defendibles, pero algunas tienen razón de ser. Y ahora lo que toca es apoyar a todas las revueltas populares de los países árabes, con medios políticos, sociales y económicos, y si alguna de estas revueltas es ahogada por las armas de un tirano, es menester darle respuesta con otros medios, para frenar la embestida y crear una situación donde luego sean los medios políticos los que discurran. Es la doctrina del mal menor lo que justifico, siempre y cuando no sea convertido en exponente de todas las virtudes, porque la guerra, siempre, es lo contrario de la virtud. No se olvide.
Pero tampoco podemos dejar de ver que Gadafi ya realiza una guerra contra sus ciudadanos, y eso hay que pararlo como sea y con rapidez, aunque nos crea contradicciones y malestar interno.

Vicenç Fisas 
Director de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona. 
La opinión del autor no representa necesariamente la de la institución a la que pertenece.

¿Por el amanecer, por la Odisea? Reflexiones sobre la intervención aliada en Libia, por Koldo Aldai

Si tratamos de leer el mundo y sus aconteceres con pupila esperanzada, si periódicamente intentamos arrojar una mirada comprometida y responsable sobre el presente apasionante, se escapa el lujo de obviar los importantes temas globales que resultan incómodos y delicados. Mis disculpas si en esta ocasión pinto más nubes que brillos, si turbo más que aclaro, por supuesto si las letras de hoy a alguien hubieran resultado molestas. Triunfe de cualquiera de las formas el sano diálogo, el sincero cruce de profundos sentires, el fraterno intercambio de apuradas reflexiones. Junt@s también crecemos.

Nos falta memoria para apreciar el presente. Nos falta historia para valorar el logro que implican unas naciones que se unen para imponer el respeto por la vida. ¿Quién detenía en el pasado las matanzas de civiles inocentes? Ayer no había Mirages, ni F-15 apoyados por la ONU que hicieran temblar a los tiranos. Hemos hecho un largo camino hasta este ahora en que se empiezan a perseguir con consenso internacional las masivas violaciones de los derechos humanos. Nunca ha habido tan inmenso potencial bélico para garantizar la integridad de la vida.

Cuando los aviones alemanes, italianos, franquistas se hicieron en el 36 dueños de nuestros cielos, no hubo quien contestara su poderío criminal. Cuando las poblaciones civiles de Gernika o Durango fueron diezmadas desde los aires, no había Naciones Unidas para protegerlas. ¿Alguien en el lado de la República legítimamente instaurada se entusiasmó con la guerra?

Europa salió ya de ese túnel, de esa noche de las dictaduras azules o rojas, el color es lo de menos. No así un norte de África, que ahora ya por fin alborea. La misión de la coalición en Libia se ha limitado a operaciones “quirúrgicas” con el objetivo exclusivo de reducir la capacidad de ataque aéreo de Gadaffi y defender así a la población civil amenazada. La cuidadosa “cirugía” no ha generado daños colaterales. Hay que estar en una Bengasi rodeada por un ejército bárbaro para decir “No a la guerra”. Hay que estar defendiendo la libertad y los derechos humanos en una ciudad de 650.000 habitantes a punto de ser tomada por tropas crueles para clamar alto y sonoro: “No a la intervención de la coalición”.

En el 36 nadie disputó los aires a los Heinkel He 111 y Dornier Do 17 de la Legión Cóndor alemana que redujeron Gernika a cenizas. ¿Hay alguna diferencia entre Franco y Gadaffi, máxime cuando el dictador libio ha declarado públicamente su identificación con “nuestro caudillo”? Si durante nuestra guerra hubiera habido una coalición internacional que velara firme y eficazmente por la libertad y los derechos humanos, es posible que Franco no hubiera triunfado. Al final nos hubimos de conformar con un apoyo logístico soviético, ése sí interesado, y a todas luces insuficiente.

No sé si aviene el blandir de las banderas republicanas delante de la Puerta del Sol con la contestación a la “intervención imperialista”. Sería de desear para los otros lo que hubiéramos querido para los nuestros: la esperanza que viene de los cielos, la intervención internacional para detener el atropello y la masacre. Claro que anteriormente las cosas se debieron haber hecho en Libia de otra forma. Claro que el trato con el déspota no debía haber sido tan condescendiente, que se le hicieron demasiadas gracias a un tirano disfrazado, pero quizás el error sea más de ayer que de ahora.

Cierto también que cada pueblo ha de conquistar su futuro. Ahí radica la mayor objeción a esta intervención. Aún con alto precio, los pueblos deberían tumbar sus propios dictadores y en esa gesta concienciarse, entrenarse, prepararse para vivir en democracia. Soluciones más “fáciles” entrañan también sus serios riesgos. ¿Hasta que punto en el largo plazo es positiva la, siquiera inicial, ingerencia externa? La pregunta va saltando de un continente a otro: ¿Qué hacer cuando los pueblos por sus propios medios no logran sacudirse sus propias y brutales dictaduras, cuando la diplomacia internacional se rinde? ¿Qué hacer cuando los derechos humanos son salvajemente conculcados, mientras los pueblos se hacen libres y dueños de sus destinos? Se nos escapan las respuestas rotundas. La patata caliente fue de Kosovo a Afganistán y ahora va a Libia. Aún restan importantes porciones de humanidad rondando la caverna, abrazando la ley del más insensato, del más fuerte y con más petrodólares.

En el subconsciente de los mandatarios que se reunieron en París para ultimar el ataque limitado dudo que estuviera el petróleo o los recursos naturales de Libia, dudo que repararan en el virtual beneficio tras la acción concertada. Todo apunta a que cuando se han propuesto neutralizar el ataque de Gadaffi a la población, su objetivo ha sido y es noble. El futuro dirá también si su accionar limpio, inteligente y eficaz. Se atribuye una perfidia a nuestros mandatarios que no observo se ajuste a realidad. El futuro demostrará también que ningún país que enfiló aviones militares hacia Libia buscó “tajada”.

¿Habría que haber dejado caminar sobre las avenidas de Bengasi a los tanques del coronel? ¿Cuál hubiera sido el precio de la rendición? ¿La comunidad internacional debería haber asumido el “iré casa por casa y no tendré compasión” como atropello imparable? ¿Para qué las armas si, llegada la hora, no sirven para proteger a los oprimidos y a los débiles, para poner una raya en la arena de los tiranos? Elevo dudas que no certezas, interrogantes que no seguridades, pues ¿quién estará libre de vacilación cuando tercia la atroz guerra y la sagrada vida de seres humanos? Probablemente era preciso el “Amanecer de la Odisea”, volar a Libia y descargar los misiles sobre los tanques y los carros que estaban prestos a sembrar la destrucción y la muerte en Bengasi. Detenida la sangría humana, es cierto que la coalición no ha de ir mucho más allá en sus ataques. El pulso es de los propios libios, por más que quisiéramos que los vientos de la libertad azotaran para siempre sus desiertos.

Nadie quiere la intervención, pero ¿quién defenderá la vida? No hay lugar aquí para ensalzar las “proezas” del dictador, para el relato de sus cuatro décadas de terror, pero antes de salir a la calle con el “No a la guerra”, sugiero aventurarnos en las hemerotecas. Nadie quiere la guerra, pero aún gobiernan las fuerzas del mal más abyecto. Nadie tiene todas consigo en tan delicado y complicado tema, pero reconozco que me cuesta colgarme la chapa antibelicista y dejar al albur de un sanguinario el futuro de los valientes defensores de una Libia libre.

Por el otro lado político, tampoco nadie aproveche la ocasión para vender barato y burdo militarismo. Absolutamente todos los ejércitos están llamados un día a desaparecer. Más pronto que tarde las armas convertidas en arados, pero para ello también todos los tiranos deberán ser ya capítulo de la historia. Mañana iremos a los desiertos a extasiarnos, a amar, a orar... Caminaremos sus arenas impolutas para perdernos, para dejarnos engullir por su infinito, nunca ya más para pelear. Mañana enterraremos todas las armas, también los flamantes Mirages y los F-15, pero si al día de hoy las armas, los aviones y buques de guerra encuentran una sola y quizás exclusiva justificación, es para posibilitar la ayuda humanitaria y hacer respetar la vida. 

Koldo Aldai

martes, 18 de enero de 2011

¿Quién Somos Realmente?

Hola.
En este mensaje os voy a proponer unos experimentos relacionados con el conocimiento de uno mismo. Muchas veces hablamos de la Atención. Es la linterna que ilumina nuestro espíritu, descubriéndonos a nosotros mismos.
Sintetizándo la Atención, podríamos definirla como una observación en doble sentido: somos conscientes de nuestra realidad externa, es decir, los objetos, personas que nos rodean, etc (un sentido) y, al mismo tiempo, somos conscientes de nuestra realidad interna, o sea, nuestro cuerpo, la energía que nos penetra y recubre, nuestras emociones y nuestros pensamientos.
Como os mostrarán estos vídeos, desde que nacemos, hemos ido perdiendo consciencia de esta parte interna, de modo que nuestra realidad, y por ende, nuestra identidad, se ha ubicado y fusionado con lo externo. De este modo, nuestra "yo" ha seguido los vaivenes de esta vida externa.
Con estos vídeos Richard Lang retoma las propuestas del filósofo y líder de talleres inglés Douglas E. Harding, nacido en 1909
Es un método de autoinvestigación, es un enfoque contemporáneo que investiga la pregunta ¿quién soy yo? y sugiere que uno puede ver Quién es realmente, aquí y ahora. Ofrece ejercicios de atención simples pero a la vez profundos que nos conducen a Ver dentro de uno mismo, a redescubrir nuestra realidad interna, para reubicar nuestro foco de conciencia en la propia fuente.
Es un enfoque nuevo y sencillo, desnudo de credos y creencias. Tal vez, sólo por ello, merezca la pena experimentarlo.

Que lo disfrutéis.

Alma Betania

domingo, 16 de enero de 2011

La armonía a través del conflicto

1. Qué es el conflicto
Cuando nos referimos a “conflicto” estamos hablando de tensión, diferencia, enfrentamiento entre dos o más partes motivado por un choque de acciones, sentimientos, ideas o creencias.
El conflicto interno es el que vive el propio individuo como consecuencia de la confrontación entre su pasado y su presente. Es decir, son situaciones en las que uno, internamente, enfrenta lo que en ese momento está viviendo con los condicionamientos, ideas, sentimientos y experiencias vividas anteriormente.
El conflicto externo, es el que pueda existir entre dos o más personas, grupos o naciones. Pero estos conflictos también parten del antagonismo con que cada individuo afronta esas relaciones duales o grupales con su propia personalidad: sus ideas y creencias, sus emociones y sus experiencias vividas con anterioridad.
De esta forma, parece ser que los problemas no vienen dados por una determinada situación exterior, sino por el modo de vivir las situaciones. Por lo tanto resulta evidente que si no cambiamos el modo de vivir permaneceremos anclados en el conflicto.
Es cierto que, en ocasiones, existen unas circunstancias externas que despiertan en mí el conflicto, pero estas circunstancias lo originarán únicamente según yo las valore y las viva. Y de acuerdo como yo las viva, reaccionaré iniciando el conflicto en mí o aprovechando la oportunidad en mí. Porque la infelicidad humana se basa en el conflicto que existe entre “su deseo” que pertenece al pasado y la “oportunidad” que pertenece al presente.

2. Cómo vivimos el conflicto
Los conflictos son experiencias negativas ante las que tendemos a protegernos. Nos protegemos evitando, protestando e incluso atacando a las personas o situaciones con las que interactuamos: La protección dependerá de nuestros hábitos de afrontamiento y del tipo de relación en la que se ubique el conflicto: con la familia, en el trabajo, con las amistades, con desconocidos, etc.
En el conflicto, solemos mirar las circunstancias que nos rodean y protestamos por aquello que nos parece negativo, desagradable o contrario a nuestros deseos. Decimos: “esta relación sería diferente si tal o cual persona fuese de este modo o solucionase tal o cual aspecto, o si yo mejorase mi situación económica, o si en el trabajo mi jefe fuese más …, o si …, o si…
Asimismo sucede que cuando las circunstancias externas cambian favorablemente, al cabo de un tiempo, las personas se involucran en conflictos similares.
Incluso muchos de los que sienten la demanda de sus niveles superiores, e intuyen la existencia de una Realidad Trascendente siguen viviendo su realidad cotidiana desde su personalidad, edificada con las experiencias, emociones y pensamientos pasados, y claro está, el conflicto sigue ahí, anclado junto con todo ese bagaje del cual no nos hemos desidentificado.
Al vivir así, nuestra pericia con el conflicto nos lleva aún más lejos: mentalmente elaboro valoraciones de personas y situaciones según sean buenas o malas para mí. Pero esta valoración encierra una gran trampa: esa valoración también me incluye a mí en relación con esa persona o situación, por ello si la vivo mal, este sentido del mal abarca al otro y a mí, e igualmente sucede si la valoración es buena. De esa forma, cuando la valoración es negativa, de entrada, ya no nos sentimos bien cuanto se produce la interacción y, a la inversa, la valoración positiva de entrada facilitan la interacción, incluso en el caso de que ésta se torne dificultosa.


3. Porqué vivimos en conflicto
Vivimos en conflicto porque en nuestras relaciones humanas mantenemos actitudes erróneas:
  • En mis relaciones, yo estoy esperando algo de la otra persona, ser aceptado, ser aprobado, ser escuchado, ser reconocido como algo valioso, bien en lo que uno hace, siente o piensa. No me intereso realmente por la otra persona, sino por lo que pueda darme, aportarme.
  • En ocasiones, utilizo a la otra persona como medio para afirmarme. Sucede cuando trato de imponer mi criterio, que los demás acepten lo que yo pienso, o que hagan lo que considero que hay que hacer. Incluso alegando mi supuesta autoridad o superioridad intelectual o de experiencia. En ocasiones también intento afirmarme en el otro cuando deseo ayudarle y protegerle, porque de esta forma, en algunos casos, yo me siento más bueno, más fuerte, más importante.
  • Habitualmente comparo a las personas con las que interacciono con la idea, con un modelo que yo me hago de cómo debería ser esa persona. Yo deseo que las personas fueran de otro modo: que x persona tuviera tal cualidad, que z persona careciera de tal defecto, etc., y como las personas no responden a ese modelo, protesto, me quejo de ellas, pero no me doy cuenta de que esos supuestos defectos, no son defectos en sí, sino defectos en relación con mi modelo. En definitiva, yo no vivo nunca a la persona tal como es ella por sí misma.
  • Cuando me relaciono con alguien, elaboro una especie de ficha con sus atributos: cómo actúa, cómo siente, qué piensa. Cuando vuelvo a relacionarme interpreto su conducta en base a estas ideas fijas que me hecho de ella. Ya no me relaciono con ella tal como es ella por sí misma, sino con la idea que tengo de ella.
  • Cuando hablo con otra persona, escucho tan solo un porcentaje muy pequeño de lo que me transmite. Muchas veces, mientras estoy esperando a que esa persona acabe de hablar, mentalmente estoy elaborando lo que voy a decir.
  • Vivo en el conflicto porque vivo mi energía, mi afectividad y mis ideas como algo distinto de lo demás, y por eso me protejo: estoy a la defensiva o trato de atacar para defender mi integridad.

4. Cómo vivir la armonía
Si no vivimos el presente, el aquí y ahora vienen determinados por nuestras carencias y necesidades que arrastramos desde el pasado. Estas necesidades buscan satisfacerse desde lo exterior, y cuanto mayor sean estos deseos y necesidades con mayor probabilidad se nos presentarán situaciones conflictivas, bien porque tal persona o tal situación no nos aporte la consideración que creemos que nos merecemos, bien porque tal persona no me corresponde de la misma manera que yo la trato, etc., etc.
La armonía se alcanza en la medida en que vivo las relaciones con otras personas y las situaciones con una mayor autoconciencia, es decir, al mismo tiempo que vivo lo externo, progresivamente soy más consciente de lo que estoy haciendo, de lo que estoy sintiendo y pensando en ese momento. Y de esta forma, poco a poco, nos vamos desidentificando de las experiencias que vamos viviendo.
Esta actitud “atenta” en la que vivimos en presente nuestro Yo y el del otro, nos irá aportando una fuerza interior que irá disolviendo poco a poco el conflicto. Porque en la medida que tomo conciencia de mí en cada situación en la que vivo, anulo la identificación que allí residía, y de esta forma me libero del conflicto anulándolo sin pretenderlo. Esta creciente fuerza interior me impele a vivir cualquier tipo de relaciones o situaciones, porque el miedo ante la frustración, ante el sentirme anulado o menospreciado, desaparece. Mi valor ya no lo deposito en el exterior y sus cambiantes circunstancias, se establece en mi centro de equilibrio.
Mi Yo es un centro de equilibrio porque yo ya no veo al resto de personas según lo que me aporten o no, puedo empezar a verlas a ellas por sí mismas, a interesarme realmente por ellas, porque las vivo con total independencia interior.
Al vivir con plena atención, dejo de vivir mi conciencia como algo separado de lo demás, y por tanto que ya no tengo que proteger de lo demás y por ello desaparece toda experiencia de lucha de conflicto y descubriré un vivir armonioso.
Este vivir armonioso es un estado de realización espiritual, en el que experimento que mi conciencia se unifica con la conciencia divina y por ende con cualquier expresión de Dios. De esta forma me uno y me vinculo a la conciencia de Dios en el otro.
Dos es uno, o sea Armonía.


Alma Betania 



BIBLIOGRAFIA

BAILEY, A. (1936-1942). Psicología Esotérica. Editorial Sirio

BELTRAN ANGLADA, Vicente (1982). Conferencias (web): Psicología Trascendente (3 de mayo de 1982); El presente es la fuerza creadora (22 de mayo de 1981); Ser en la plenitud del Verbo versus sociedad de consumo (14 de octubre de 1978); Vida cotidiana, crisis e iniciación (16 octubre 1985); El último y más certero juicio de la existencia (19 octubre 1985); Las Jerarquías Angélicas del Universo. (10 de Marzo de 1.984)

BLAY, Antonio (1991). Personalidad y niveles superiores de conciencia.
Barcelona: Ediciones Índigo.

KRISHNAMURTI, J. (1934-1935). Obras Completas 1933 - 1967. TOMO II ¿Qué es la Recta Acción?

martes, 4 de enero de 2011

El darse cuenta

Puede distinguir en su experiencia tres tipos de darme cuenta o zonas del darse cuenta:
  • El darse cuenta del mundo exterior. Esto es, contacto sensorial actual con objetos y eventos en el presente: lo que en este momento veo, palpo, toco, escucho, degusto o huelo.
  • El darse cuenta del mundo interior. Esto es, contacto sensorial actual con eventos internos en el presente: lo que ahora siento desde debajo de mi piel, escozor, tensiones musculares y movimientos, manifestaciones físicas de los sentimientos y emociones, sensaciones de molestia, agrado, etc.
Estos dos tipos de darse cuenta engloban todo lo que puedo saber acerca de la realidad presente como yo la vivencio. Este es el terreno sólido de mi experiencia; estos son los datos de mi existencia aquí, en el momento que ocurren. Independiente de como yo u otros piensen o juzguen este darse cuenta, existe y ningún argumento, ni alegato, ni teoría podrán hacerlo no-existente.
El tercer tipo de darse cuenta es bastante diferente. Es el darse cuenta de imágenes de cosas y de hechos que no existen en la realidad actual presente.
  • El darse cuenta de la fantasía. Esto incluye toda la actividad mental que abarca más allá de lo que transcurre en el presente: todo el explicar, imaginar, adivinar, pensar, planificar, recordar el pasado, anticipar el futuro, etc.
    Y sin embargo dentro de esta fantasía hay una realidad encubierta. Puedo descubrir más de esta realidad si me concentro en mi fantasía y al mismo tiempo tomo conciencia de mis sensaciones físicas, percepciones y otras actividades mientras hago esto.
Es realmente difícil aceptar que todo existe en el presente momentáneo. El pasado existe tan sólo como parte de la realidad presente, cosas y recuerdos acerca de las cuales pienso como "pertenecientes al pasado". La idea del pasado es útil algunas veces, pero al mismo tiempo es una idea, una fantasía que tengo ahora.
Nuestra idea del futuro es también una ficción irreal, aunque algunas veces de utilidad. Tanto nuestra idea del futuro como nuestra concepción del pasado se basa en nuestra comprensión del presente. El pasado y el futuro son nuestras conjeturas acerca de lo que precedió al momento presente y lo que presagiamos que seguirá. Y todo este adivinar ocurre ahora.
En los ejercicios sugeridos en este bloque "El darse cuenta" de la Senda de la Atención, te sugerimos que explores tu propio "darse cuenta" y que te percates de algunas características propias del mismo.
Tres puntos (...) indican una pausa. No sigas leyendo cuando llegues a estas pausas y dáte un tiempo de explorar tu propio darse cuenta, siguiendo las instrucciones.
A menos que te dés tiempo para descubrir tu propia vivencia, estas indicaciones te serán útiles, como el mapa de un lugar que jamás has visto. A fin de descubrir completamente cómo es un lugar, necesitamos cierto tiempo para mirar realmente en torno mientras estamos allí, y descubriremos mucho más aún si regresamos a distintas horas y durante distintas estaciones del año. Un tranquilo arroyo puede convertirse en un torrente furioso con tiempo lluvioso o una zanja pedregosa y árida durante la época seca. Lo mismo se aplica a lo que uno descubre acerca de su propia existencia a través de estos ejercicios. Te darás cuenta de diferentes cosas en distintos momentos. Cada una de estas experiencias es una parte válida de tu realidad en ese momento.

En todos estos ejercicios, te pediremos que prestes atención a uno, o a unos pocos aspectos de tu darse cuenta.
Estos ejercicios individuales, en realidad apuntan a un todo. Todas estas maneras de aumentar tu alerta y darse cuenta y mantener contacto con tu existencia, pueden convertirse en una parte integral de tu vida diaria.
A medida que avances a lo largo de estos ejercicios, podrás descubrir más en los últimos, mediante la aplicación de lo que has aprendido en los primeros. Asimismo, puedes entonces volver sobre los primeros ejercicios y obtener más de ellos, aplicando lo que descubriste en los últimos.
Es necesaria alguna experiencia con los ejercicios básicos para comprender completamente y hacer buen uso del resto de ejercicios. Vuelve sobre ellos por lo menos una o dos veces para darte la oportunidad de descubrir su utilidad.
¡Que tengas buen trabajo!

miércoles, 24 de noviembre de 2010

La atención

“La observación es como una llama -la llama de la atención- y con esa capacidad de observación, la herida psicológica, el sentimiento de que se nos lastima, el odio, todo eso se extingue, desaparece”.
-J. Krishnamurti

Habitualmente estamos hipnotizados por nuestros pensamientos, ideas y creencias sobre las personas, objetos y situaciones con los que interactuamos. Nuestra atención va saltando, a veces de forma descontrolada, de un punto a otro, o es capturada por nuestras preocupaciones y estados de malestar.
De esta forma, puede suceder, por ejemplo, que estemos ante un paisaje muy bello, pero interiormente, estemos centrados en el disgusto que tuvimos esa mañana en casa o en el trabajo. Entonces, ese conflicto es lo que es real en ese momento. Estamos allí, ante ese paisaje, pero realmente no estamos.
Por ello, vivimos como dormidos, abstraídos por nuestros pensamientos, por las ideas y concepciones que tenemos sobre las personas y los objetos que nos circundan.
La vida espiritual puede definirse como la búsqueda incesante de la divinidad que hay en nosotros mismos. En esa búsqueda, es necesario que progresivamente nos vayamos desidentificando de nuestras ideas, concepciones, sentimientos y experiencias. La práctica de la Atención es el camino que conduce en ese sentido.
Gracias a la Atención, conseguimos abrirnos totalmente al presente para permitir que lo que nos acontezca en ese instante, nos inunde. Supone una apertura de nuestro interior a la experiencia y a los hechos. Como dice Antonio Blay “Se trata de no «cerrarse» al impacto de lo exterior, de no «filtrarlo» a través de la mente y de su censura, sino de abrirse totalmente (…) Es vivir el presente de un modo directo, inmediato, sin intermediarios, con la mente y el corazón abiertos. Es ofrecer nuestra vida totalmente como respuesta inmediata a la situación. Y esto producirá en nosotros una actualización interna de fuerza, de realidad, de seguridad, de paz; así recuperaremos poco a poco lo que ha sido siempre nuestro.”
La práctica de la meditación nos conduce a momentos en los que se experimenta esa atención. Esta práctica es útil en su aprendizaje. Pero reducir el trabajo de la Atención a esos momentos concretos no es suficiente. La verdadera transformación se alcanza al extender esos momentos meditativos a lo largo de nuestra vida cotidiana.
A diario hacemos uso de estrategias evasivas y deformadoras de la realidad, para así adaptar el entorno que nos circunda y con el que interactuamos, a nuestros deseos y necesidades. La Atención incide en aceptar las cosas tal como son. Entre otras cosas, porque resulta fantasioso que yo espere que esta o aquella persona cambie para ser feliz, o que determinadas circunstancias sean diferentes para que yo alcance eso que deseo.
Hemos de dejar de acomodar nuestro exterior, de intentar cambiar lo que nos rodea -personas, objetos, situaciones- porque el único cambio posible radica tan solo en nosotros mismos, en nuestro interior.
Al hablar de la Atención, podemos creer que es algo similar a la concentración, más si cabe, al haber nombrado ya a la meditación. Pero no es lo mismo. Cuando nos concentramos, enfocamos toda nuestra energía en un punto determinado, y como el pensamiento al poco tiempo se distrae, mantenemos una lucha entre nuestro deseo de concentrarnos y el control de nuestra mente para que no se disperse. En la Atención, por el contrario, no hay ningún intento de control. Como dice Krishnamurti “Es una atención completa, lo cual quiere decir que uno pone toda su energía, sus nervios, la capacidad, el poder del cerebro, el corazón, todo, en el acto de atender. En la atención no hay control”
Cuando uno está Atento, no hay acción alguna que provenga del recuerdo, de experiencias pasadas, porque se modera el uso abusivo de procesar todo lo que nos acontece. Internamente ya no es necesario registrar el insulto, la alabanza, el que me presta atención o el que no, etc. Obviamente sí registramos aspectos relacionados con nuestra existencia, pero esto es diferente a emplear recuerdos de experiencias pasadas que guíen nuestra conducta en las interacciones diarias. Cuando afrontamos una situación desde estos recuerdos, o de ideas elaboradas a partir de ellos, simplemente, no estamos atentos.
Constantemente estamos valorando y juzgando las conductas y actitudes de quienes nos rodean. La Atención es una observación sin valoración, ausente de crítica y de prejuicios. Así, de esta forma, inevitablemente, nos abrimos totalmente a la experiencia presente, sin controles de ningún tipo. La experiencia presente vivida de esta forma, no está determinada por otras experiencias vividas, ni tampoco por lo que tendría que suceder.
La Atención no implica dejar de elegir situaciones, personas u objetos. Y, las que se nos presentan, hayámoslas elegido o no, las podemos vivir y experimentar, ahora sí, tal y como son.
Asimismo, nuestro mundo emocional capitaliza nuestras preocupaciones: las actitudes o conductas egoístas de quienes nos rodean, nuestras conductas egoístas (que nos pasan desapercibidas como tales), nuestras esperanzas y deseos frustrados, etc., etc.
La Atención nos auxilia en la superación de estos estados, en primer lugar, al identificar nuestros deseos, después, al descubrir su origen y, posteriormente, a valorarlos de forma crítica, honesta e impersonal.
En un principio será necesario que nos recordemos que todo lo exterior -personas, situaciones y objetos- no son la causa de nuestros problemas, tan solo son estímulos, son el resorte que activa todo aquello que está todavía por resolver, por desarrollar en nuestro interior.
Cuando apreciamos estos estados de malestar debemos iniciar inmediatamente este trabajo de superación.
Las emociones y deseos, una vez identificados y comprendidos, no deben ser ni reprimidos ni negados. Como energías que en definitiva son, podemos desviarlos hacia fines más nobles, más elevados, en definitiva, podemos transmutarlos.
Como podemos suponer, por medio de la Atención, la correcta comprensión de nuestros deseos y emociones interiores conduce irremisiblemente a la aceptación de esos mismos estados en nuestros semejantes. La Atención, en definitiva, desarrolla en nosotros un sentido de unidad con el resto de la humanidad, ya que conlleva, implícitamente, un abandono natural del conflicto y del malestar, tanto con los demás como con uno mismo.
Otro ámbito de la Atención consiste en identificar los pensamientos que tienen lugar en nuestra mente. Nuestras emociones, pasiones, deseos y sensaciones, son todas ellas racionalizadas por la mente, convirtiéndolas, en percepciones mentales. Por ejemplo, algunas personas sienten pánico por las alturas, otras no pueden soportar encerrarse en un ascensor, otros sienten un terrible agobio al verse rodeados de gente, otros desean estar siempre en compañía, y muchos tienen miedo a la muerte, a las enfermedades o al dolor físico. Estas percepciones mentales, al no estar atentos, nos predisponen positiva o negativamente en nuestra vida diaria, dependiendo de la polaridad de la emoción o del deseo que conlleve. Por tanto, nuestros pensamientos suelen estar teñidos de una amplia gama de materia emocional, cuerpo emocional y cuerpo mental funcionan al unísono. Así, el deseo de volver a experimentar una experiencia placentera requiere de la intervención de la memoria. De igual forma sucede con las experiencias desagradables a evitar.
En la vida cotidiana, la mente (concreta o inferior) determina los planes a realizar y moviliza al cuerpo para la acción de satisfacer o rechazar. En cierta forma, la mente es esclava de nuestros deseos, y nosotros, cuando vivimos dormidos, de ambos.
También nos identificamos con esa voz que, en nuestra cabeza, habla y habla sin parar, juzgando, valorando, criticando, quejándose, etc., y claro, nuestra realidad es dirigida caprichosamente por estos pensamientos que van de un lado para otro. Y lo que es peor aún, si no estamos atentos, la mente suele reaccionar automáticamente ante los estímulos que se le presentan. Por ejemplo, ante una situación concreta relacionada con alguna experiencia pasada negativa, la mente la valora como agresiva y acaba reaccionando atacando al estímulo.
Con la Atención conseguimos vivir esos pensamientos como algo distinto de nuestro ser, a la vez que se crea un espacio intermedio entre el estímulo que se nos presenta y nuestra respuesta. Es como cuando decimos “contaré hasta diez antes de reaccionar”: estamos generando un espacio intermedio. Este espacio nos impide reaccionar de manera automática, respondiendo de forma más habilidosa y desidentificada ante estímulo que se nos presenta.
Cuando estamos atentos, elegimos activamente sobre qué implicarse, sobre qué actuar, y seleccionar los pensamientos que tienen lugar en nuestra mente. Esto último es relevante si tenemos en cuenta que, cuando no estamos atentos, en ocasiones reproducimos pensamientos ajenos a nosotros, cuyas vibraciones giran a nuestro alrededor.
Por último, la Atención no es una actitud resignada o pasiva, es una observación total, es una observación participativa, y no distanciada o ajena, en la que se implica todo nuestro ser, por ello, nada le es indiferente.

Alma Betania
www.almabetania.org

martes, 16 de noviembre de 2010

Redescubrir la vida, por Anthony de Mello

Los siguientes vídeos, acabados de subir a Youtube, todos subtitulados en castellano, corresponden a la conferencia dictada por el padre Anthony de Mello, el 15 de Noviembre de 1986 en la universidad de Fordham, en Nueva York retrasmitida por televisión vía satélite a más de 40 universidades de los Estados Unidos.

Estos vídeos, subtitulados en castellano, cuyo vídeo original es Rediscovering Life son una novedad en la red:



Que os sea de vuestro agrado. Un abrazo

martes, 2 de noviembre de 2010

Despertar, por Anthony de Mello

Estimados/as amigos/as. Este mes os recomendamos unos vídeos que hemos recopilado sobre una cursillo de Anthony de Mello.
Desde la sencillez y la claridad de su discurso, si uno lo permite, uno puede llegar a lo más profundo de su ser.
La chispa de divinidad la tenemos justo aquí dentro, en nuestro interior.
Ese es el ver...dadero viaje.
Un viaje para el que no son necesarias las alforjas, más bien al contrario, es necesario desprenderse de todas ellas. Ese reencuentro, ese despertar, nos permitirá beber del Santo Grial. Un mito reformulado desde muchos años atrás. Despertar del sueño provocado por el somnífero de la personalidad, que sigue sin descanso el canto de las sirenas de todo lo que nos rodea.
No hay nada que despreciar ni desdeñar. El despertar nos va abriendo poco a poco la visión profunda para que vayamos encontrando la pequeña verdad en todo lo que nos rodea.
Un abrazo

miércoles, 9 de junio de 2010

Vencer la rutina en la pareja

Con el tiempo, algunas parejas caen en una monotonía letal para el amor. Mantener viva la relación depende de lo que aporte cada uno como persona.
Por Silvia Salinas